Cuando leí el libro “Los años” de la ganadora del Nobel de Literatura de 2022, Annie Ernaux, me encantó la frase en que dice “la vida entonces transcurría a la velocidad en que íbamos en bicicleta”. Y me pregunté con qué velocidad nos podríamos identificar en nuestros tiempos, y deduje que con la de un tweet.

Antes, subidos a una bicicleta teníamos tiempo de observar por el camino, de notar los aromas y sonidos e incluso de saludar a quienes encontráramos en la ruta. En nuestra vida a velocidad digital, el tiempo no nos alcanza para tocar nada ni a nadie, y cada vez más nos acerca a la caverna de Platón, donde solo se ven imágenes que se confunden con la realidad. Nos hemos acostumbrado tanto a vivir en esta nueva existencia que nos cuesta dedicarle tiempo a pensar, conversar, o escuchar.

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Podríamos terminar un encuentro por videoconferencia creyendo que realmente hemos estado reunidos con estas personas que veíamos en pantalla. Pero lamentablemente la realidad es que nos hemos perdido muchos detalles que se habrían percibido en una reunión presencial y que no los hemos captado a través de las imágenes.


Por ejemplo, hace poco, antes de empezar una reunión virtual en la que la mayoría de los asistentes no nos conocíamos, propuse que nos presentáramos. Y así, uno tras otro fue diciendo su nombre y resumiendo en unos pocos minutos a qué se dedicaba. Hasta aquí era una reunión como las de siempre, habitual. Pero un poco después, una de las presentes anunció que se veía obligada a delegar la gestión del proyecto asignado en otra persona. Se hizo el silencio durante unos segundos. Sonrió y a continuación dio una explicación. ¡Estaba embarazada de 9 meses! A todos nos sorprendió la noticia y de que algo que hubiera sido tan evidente en una reunión presencial, se nos hubiera pasado por alto a través de la pantalla. Y confirmé mi sospecha de que nos perdemos una inmensa cantidad de información en este tipo de reuniones virtuales, y muchas oportunidades para mostrar empatía hacia los demás, como en esta ocasión, en la que nadie pudo anticiparse a felicitar a nuestra compañera por su feliz embarazo.

Si entendemos la acción de liderar como implicar a otras personas en la realización de proyectos, no se me ocurre nada más importante para conseguirlo, que considerar a cada persona en su plena totalidad emocional, y no solo como una imagen que refleja una pantalla. Así podremos escucharla, y entender qué le preocupa, qué le interesa o cuál es su actitud hacia un determinado asunto. Y si le damos tiempo, incluso temas personales pueden entremezclarse con los laborales, porque los unos influyen sobre los otros. Y todo ello lo descubriremos por lo que nos cuenta y por lo que calla, porque estaremos allí no solo para escuchar, sino también para ver lo que nos explican sus gestos y sus silencios.

Muchas veces me preguntan cómo podemos trasmitir estas ideas básicas pero que aportan mucho valor en la gestión de las personas. Y la respuesta es siempre la misma: se trata de dar ejemplo. En la forma en que lo hagamos nosotros como directivos o directivas, lo harán nuestros equipos. Si escuchamos, escucharán; si motivamos, motivarán; si les apoyamos, a su vez apoyarán el desarrollo de su gente. Y el resultado más probable de todo ello es tener un magnífico equipo de líderes, que nos permitirá crecer y desarrollarnos.

Pero volvamos al principio y estaremos de acuerdo en que hoy vamos a una velocidad distinta a la que iban nuestros abuelos y que, si bien quizás hayamos perdido algo por el camino, pero también hemos ganado mucho con los beneficios que nos brinda la tecnología. Hemos adquirido una capacidad casi infinita de disponer de información de modo instantáneo y global, de compartir, de generar proyectos y de colaborar con personas que están en distintos lugares del planeta. Muchas reuniones que exigían, no hace tanto tiempo, nuestro desplazamiento, ahora las podemos hacer cómodamente desde cualquier lugar en el que nos encontremos.

Conciliar el trabajo con la vida personal, ya no es imposible. Pero seguimos siendo seres humanos, por naturaleza sociables y que buscan sentirse bien con el entorno y consigo mismos. Y si una buena definición de qué es la felicidad sigue siendo la que le dio un niño de cuatro años a Darwin: Reír, hablar y dar besos; tendremos que estar cerca los unos de los otros para hacer las tres cosas. Y esta proximidad puede provocar encuentros inesperados y enriquecedores (no coincide una por casualidad en una videoconferencia, ya que siempre tiene que haber una cita previa), y esas risas pueden dar lugar a una idea innovadora para hacer en equipo. Y tomarse un café o estrechar una mano es todavía la mejor forma que tenemos para transmitir emociones.

Está bien que a veces vivamos la vida a la velocidad de un tweet, y que valoremos lo que nos ofrece, pero no olvidemos lo agradable que es un paseo en bicicleta y pararse a saludar a quien, inesperadamente, nos encontremos por el camino. No es una metáfora, es la vida.



Helena Guardans
es empresaria y experta en liderazgo y atención al consumidor. Helena destaca por su compromiso social, y en sus conferencias explica su perspectiva del liderazgo bajo 4 enfoques clave: las talento humano, la calidad, la innovación y eficiencia. Además, ofrece una visión innovadora y creativa acerca del liderazgo femenino, compartiendo hechos destacados y anécdotas personales que también detalla en su libro “Todo lo que aprendí de mis hijos y no me enseñaron en la escuela de negocios”.

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