La influencia de los valores y del estilo de vida de los millennials hace prever una dinamización del impact investing

Las inversiones de impacto (impact investing), que buscan un retorno social y medioambiental más allá del financiero, representan actualmente una porción pequeña del mercado global de valores. Según datos del Banco Mundial y de la encuesta anual de inversores de impacto de la red GIIN, en 2015 representó 15,2 mil millones de dólares de los 61 billones de dólares de capitalización bursátil registrados. Pero existen muy buenas razones para creer que vivimos un momento privilegiado para el impact investing.

Las inversiones de impacto ofrecen a los inversionistas individuales, family office, fondos institucionales y otras fuentes de capital privado, una novedosa manera de saciar su perpetua búsqueda de prometedoras oportunidades.

A su vez, el sector privado tiene la posibilidad de suplir de manera directa carencias en los sectores de las energías alternativas, la ciencia del cambio climático, la asistencia a refugiados, la ayuda humanitaria, la salud o los servicios sociales.

Por su talante crítico y tenaz, la búsqueda de nuevos valores, los gestores y clientes de fondos millennials, pondrán un especial cuidado en que la misión, los valores y las metas de las compañías por las que apuesten vayan alineados con causas sociales y medioambientales.

La intencionalidad es una característica clave de las inversiones de impacto. Lejos de la versión más dura del capitalismo del siglo XIX, la visión crítica de la sociedad y la búsqueda de su mejora son valores comunes de la generación del milenio, que serán trasladados a los negocios, un ámbito en el que esa necesidad moral también deberá cumplirse.

Aunque los nacidos entre 1981 y 1997 aún se encuentran al inicio de su carrera profesional y cuentan con limitados conocimiento y experiencia, no habrá que esperar a que hereden –41 billones de dólares en activos es lo que se estima que los padres norteamericanos les dejarán a sus vástagos– o que empiecen a ganar grandes sumas para empezar a imprimir su huella en el mundo de las inversiones globales. Hoy en día su influencia ya es notoria.

Los millennials encabezan la ola de startups de novedosos proyectos empresariales en casi todos los sectores en el hemisferio occidental, desde negocios de impresión en 3D hasta servicios de guardería de mascotas. Sus modelos de negocio requieren de modestos capitales que a menudo familia y amigos financian.

Las inversiones de impacto requieren de un nivel mayor de conocimiento sobre la cultura de la compañía, cuyo compromiso y principios de inversión social responsable o de “capitalismo consciente” debe ser valorado. Esta es tarea fácil para los tecnológicos millennials, aficionados a las valoraciones entre pares; una herramienta ideal para moldear su percepción como inversores o profesionales de las inversiones. Además, las herramientas tecnológicas que la inteligencia artificial pone a su servicio para la extracción de datos, por ejemplo, sustituirán a los sistemas tradicionales de análisis revelando sin duda mejores formas de tomar decisiones para sus inversiones.

Otra característica del inversionista de impacto es su compromiso en medir y dar cuenta del rendimiento social y ambiental con total transparencia. De hecho, existe ya en el mercado una aplicación informática que mide las repercusiones sociales del gasto doméstico mensual.

Por último, en cuanto a la utilización de nuevas tecnologías y procesos, mencionar el uso privilegiado que hacen los jóvenes del crowdfunding en combinación con las redes sociales para recaudar fondos. Esta financiación colectiva es una fórmula que les permite a los incipientes inversores a participar, con sumas tan modestas como 500 USD, en auténticas aventuras empresariales.

Si sus ideas tienen éxito y sus negocios llegan a requerir de la ayuda de inversionistas mayores, inversores de capital de riesgo o incluso la salida al mercado público, la contribución de los millennials a la dinamización de los mercados de inversión será directa, aportando al mundo de los negocios y de las finanzas una joven remesa de empresas que ambiciona un retorno social.

El impact investing está ganando espacio en el mercado global de valores; sólo para 2016, según la encuesta anual de inversores de impacto de la red GIIN, se espera un alza del 16 por ciento en las carteras de inversiones de impacto, que se prevé que alcancen los 18 mil millones de dólares. Así, en unos años, quizás no más que diez, dejará de hablarse de inversiones de impacto porque en las juntas corporativas, ejecutivos y accionistas, estarán convencidos de que existe una única manera de invertir; persiguiendo una causa, más allá de la simple matemática.