La creación del bitcoin supuso para algunos el futuro de la moneda en un mundo digital, aunque existe un profundo debate sobre su papel, utilidad, valor y/o su capacidad de sustituir a la moneda fiduciaria. Pero pocos se han parado a pensar en la huella ecológica del bitcoin y otras criptomonedas. Y es enorme.

Claves

  • El proceso de “extracción” de cada bitcoin requiere resolver problemas matemáticos cada vez más complejos. Para ello se necesita una gran –y cada vez mayor– potencia de cálculo.
  • El consumo energético de las “minas de bitcoin” es cada vez mayor. Dependiendo de las estimaciones, en la actualidad es de entre 15 y 31 teravatios/horas anuales.
  • Si su valor sigue aumentando, el consumo energético seguirá creciendo, independientemente de la mejora de la eficiencia en el proceso de minería.
  • Las consecuencias para la red eléctrica, la transición energética y la descarbonización son profundas.

 

 

El bitcoin ha interesado especialmente en el sector económico y tecnológico. Ahora bien, como indica Eric Holtaus en Grist, “si te interesa un mundo que va más allá de los combustibles fósiles” deberías también prestarle atención.

El debate sobre la utilidad del bitcoin, su valor, el tipo de sistema que predica –alejado de los controles gubernamentales y de bancos centrales– ha estado presentes en el origen y evolución de esta y otras criptomonedas, pero lo que quizá no se tuvo en cuenta fue el coste energético necesario para obtener bitcoin. “De manera simple, el bitcoin está retrasando el esfuerzo para conseguir una transición rápida alejada de los combustibles fósiles”. De hecho, la huella climática del bitcoin es cada vez peor.

Esto se debe a cómo se realiza la “minería” de bitcoin. Para ello, se establecen una serie de problemas matemáticos cada vez más complejos –para controlar el número de bitcoin disponibles– y que requieren, por tanto, cada vez más poder de computación y, consecuentemente, de energía.

¿Cuánta energía consume el bitcoin?

Como indica Holthaus, cada transacción de bitcoin requiere “la misma cantidad de energía que la usada por nueve casas en EE.UU. en un día”. Además, la capacidad agregada de la red de computación de bitcoin es unas 100.000 veces mayor que la de los 500 superordenadores combinados. El consumo es enorme, se estima en unos 31 teravatios/hora al año. Es decir, hay 150 países que consumen menos energía anualmente.

El consumo energético para producir bitcoin sigue aumentando día a día. De hecho, si sigue la tendencia de crecimiento actual de uso de energía, en unos meses se necesitarán nuevas plantas energéticas para cubrir la demanda lo que implicará más tensión en la red, más aún si tenemos en cuenta el proceso de transición energética y descarbonización. Según las previsiones, en julio 2019 la red de bitcoin necesitaría tanta energía como EE.UU. y, para febrero de 2020, usará tanta energía como el mundo hoy.

Esto es insostenible. Existen programas para intentar consumir menos en la minería de datos, pero, lógicamente, cuanto menos costoso y eficiente sea, más personas lo encontrarán atractivo y, por tanto, se mantendrá o incluso aumentará el consumo.

Como indica Umair Irfan en Vox, en esta carrera para extraer bitcoin y debido al coste energético muchas de estas “minas de bitcoin” se encuentran en países con energía barata. Y barata quiere decir, en muchos casos, energía “sucia”. Un estudio de la Universidad de Cambridge en 2017 estableció que el 58 % de la minería de bitcoin proviene de China. El analista de bitcoin y fundador de la web especializada Digiconomist, Alex de Vries, midió la huella de carbono de una de esas minas en China y emitía CO2 en niveles similares a un Boeing 747.

Conclusión: bitcoin, energía y nuevos modelos

A pesar de lo comentado anteriormente, no es sencillo saber exactamente cuál es el consumo de energía real de todos estos procesos puesto los sistemas son cada vez más eficientes y se basan en estimaciones. Por ejemplo, el inversor Marc Bevand es escéptico con el consumo que establece De Vries: él lo estima a la mitad –unos 15 teravatios/hora, que sigue siendo altísimo– y se basa en recalcular, de manera distinta, qué porcentaje de los ingresos por minería van dirigidos a pagar la electricidad usada: De Vries calcula que un 60 %; él, en cambio, lo sitúa únicamente en un 30.

La realidad es que mientras el precio del bitcoin siga subiendo, el incentivo para seguir utilizando cada vez más energía –aunque su precio aumente– seguirá siendo alto. Ahora bien, si las consideraciones climáticas juegan algún papel en este tipo de negocios, estas minas deberían girar hacia energías limpias. Como indica Irfa, de hecho, ya existen algunas empresas que lo están haciendo.