Continuando con nuestro programa de webinars impartidos por referentes en distintos ámbitos, esta semana contamos con Mariano Sigman, científico y divulgador que abordó los mecanismos más comunes en la mente humana durante situaciones de riesgo como las pandemias.

A continuación, te detallamos las ideas principales y ponemos a tu disposición el vídeo completo de la conferencia.

Hay muchas situaciones en las que todos tenemos las mismas reacciones, por ejemplo, durante películas o incluso durante los duelos: son secuencias bien definidas. A medida que pasa el tiempo, aunque la situación es la misma, la reacción va cambiando. La manera en la que actuamos depende mucho de si la tormenta está lejos, viene o acaba de pasar.

Mariano Sigman propone reflexionar sobre los errores que tendemos a cometer. Como ejemplo, nuestra propia percepción del coronavirus: diez días antes del confinamiento muchos no lo tomaban como algo serio, actuando con la calma de quien ve un peligro que no le incumbe. Es algo muy estructural de la psicología humana, se trata del sesgo optimista. El sesgo optimista es lo que nos permite desempeñar situaciones sin temerlas, nos olvidamos del peligro; desde irse de viaje o tener hijos, implica olvidarse en cierta forma de los riesgos. El ejemplo más claro es el uso de teléfono mientras se conduce, debido en cierta medida a esa carcasa psicológica en el que creemos que el riesgo no nos atañe. Hay que entrenar a nuestra configuración psicológica para no subestimar el riesgo, pero tampoco exagerarlo.

Compras irracionales

Otro mecanismo psicológico muy común pero poco útil: los comportamientos de compra compulsivos. Muchos se preguntan a qué se debe la compra de papel higiénico, que no es uno de los elementos más básicos o necesarios. La respuesta tiene que ver con una necesidad de hacer algo, mucho más tolerable que no hacer nada. Sin embargo, advierte que lo que conviene es pensar racionalmente, y pensar cuáles son las cosas útiles que debemos hacer y cuáles no.

Los culpables

En general no aceptamos las cosas sin tratar de entender por qué sucede. Esto se debe a si no entendemos podemos hacer algo para cambiarlo, si entendemos las relaciones causales del universo que nos rodea podemos intervenir en él. En todas las pandemias se han buscado culpables. A la hora de enfrentar otros muchos problemas, en lugar de resolverse, nos conforta saber que hay algún responsable, para cerrarlo de algún modo. Mariano Sigman señala que la distancia emocional de las cosas o subestimamos o sobreestimamos el riesgo. En situaciones extraordinarias la motivación tiene ciclos extraordinarios.

Dilemas

Cuando tenemos suficiente motivación, en dos segundos cambiamos algo que no habíamos logrado cambiar. Esta crisis no presenta situaciones incómodas y nos enfrenta a dilemas. Por ejemplo, en un caso de no poder atender a todo el mundo, ¿a quién priorizamos? Es una pregunta, una cuestión ética. Un criterio puede ser la igualdad (el que primero llegó), otro puede ser priorizar la juventud. Esta situación nos hace conscientes de cosas que nos definen como personas y sociedad, que estaban guardadas en un cajón profundo. En el caso del VIH, esta enfermedad se convirtió en un estigma, porque revelaba algo sobre la intimidad de quienes la padecían. El neurocientífico se pregunta cuál será el “preservativo” de esta crisis, qué cambiará, ¿el tipo de saludo?, ¿la forma de viajar en los aviones?, ¿el funcionamiento de los restaurantes? Tras el 11-S vivimos cambios permanentes controles en los aeropuertos, etc., y en esta ocasión ons erá diferente.

El enemigo

¿A qué se debe el discurso bélico que escuchamos en ocasiones para afrontar el coronavirus? Según Mariano Sigman, la mente tiende a hacerlo para darle una entidad a ese enemigo y que sea concreto, no abstracto. Recuperando el ejemplo del 11-S, tras los ataques se implantó un sesgo muy importante respecto a quién era el potencial enemigo. Esto a día de hoy ya no ocurre. Cuando una persona sufre una experiencia importante, cambia su configuración psicológica, sus prioridades, pero con el tiempo se vuelve a estabilizar. Sigman añade que con el tiempo volveremos a la normalidad en ese sentido.

Desinformación

En cuanto al tipo de información que consumismos,  veces vemos cosas que no queremos ver, debemos ser padres de nosotros mismos y preguntarnos qué deberíamos ver y qué no, qué tipo de información nos va a hacer bien o no dependiendo de nuestra psicología. Hay que mantener la moral, pero a veces hay que transmitir un mensaje responsable, responsablemente positivo. Debemos focalizarnos en aquellas cosas que podemos hacer y tratar de ignorar aquellas cosas que no podemos cambiar.

Respecto a por qué se propaga tan rápido la desinformación, indica que la ficción casi siempre es más épica que la realidad. La ficción de animales caminando por el centro de una gran ciudad es mucho más llamativo que la realidad. Las noticias científicas no son tan glamurosas, las exageraciones de la realidad es muy efectiva. Somos consumidores de ficción, por eso es tan fácil compartir. Por defecto, cuando vemos algo que nos llama la atención, lo compartimos, y sugiere que deberíamos cambiar eso.

Incertidumbre

El neurocientífico habla también de la incertidumbre, una de las protagonistas de esta crisis. La incertidumbre nos resulta muy incómoda, no nos gusta: los sistemas de seguro funcionan porque uno paga para ganar en certidumbre. Por último, hace un alegato por no exigirnos demasiado a nosotros mismos en estos momentos. No debemos pedirnos lo imposible: deportivamente, por ejemplo. Es una paradoja que en momentos más difíciles nos exigimos más. Debemos ser tolerantes con nosotros mismos, sin pedirnos ser superhéroes.

 

 

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