Entrevistamos al experto en política internacional Juan María Nin, que nos aporta en esta conversación su visión sobre el momento actual de auge populista y posibles escenarios post-elecciones europeas.

 

¿Qué factores distinguen al populismo de forma inequívoca?

Juan María Nin (JMN): A mi juicio, el primer factor, y del que quizá se derivan los demás es la inexistencia de valores éticos. También destacaría el riesgo moral elevado, el clientelismo y el manejo de propuestas de valor identitarias y tribales.

Recientemente, las fake news y el cortoplacismo se han convertido en factores determinantes. También es necesario mencionar la primacía de los sentimientos sobre la racionalidad, el fomento del consumidor protegido frente al ciudadano libre, el uso de un lenguaje farfalloso, y, finalmente un fraude intergeneracional estructurado.

El riesgo moral que implica no asumir las consecuencias a medio plazo de decisiones de riesgo social y económico elevado y acumulativo debido al cortoplacismo electoral rabioso, lleva a los populistas a descargar todas las consecuencias negativas de sus políticas a las siguientes generaciones que pagarán la hipoteca que sobre ellas están constituyendo.

¿Hasta qué punto son los referendos una herramienta distintiva de los populistas?

JMN: No hay nada más contundente para los populistas que un referendo, porque enfrenta a la sociedad en dos bandos (perdedores y ganadores) en un debate de todo o nada sin matices y contrapesos necesarios en una sociedad adulta y porque, una vez celebrado, no hay rectificación posible. La democracia directa suele ser el instrumento favorito de dictadores y populistas.

Las redes sociales han sido fundamentales en la difusión de mensajes populistas. ¿Qué podría hacerse al respecto?

JMN: Desafortunadamente nada puede hacerse desde ese ámbito para aportar un cambio. La clave está en la educación, una educación que asegure que los futuros ciudadanos reciban formación en valores e ideas, para que se formen en historia, economía y ciencias desde primaria. Las nuevas generaciones, bien formadas, podrían llegar a autorregularse en medios sociales. También la inteligencia artificial y singularity aportará nuevos sistemas de contraste y validación que cerrarán el paso a tanto fraude emergente. Afortunadamente parte del gobierno en la red pasará a las máquinas, más morales y eficaces que el populismo actual.

¿Cómo evalúa la capacidad instituciones europeas para hacerle frente al populismo a medida que gana mayor representación?

JMN: Creo que es importante, es vital y necesario, que Europa despliegue esa capacidad. El proyecto europeo es un proyecto con valores éticos occidentales en su base, por definición. Es un proyecto no populista en su naturaleza y formulación y de ahí viene la ferocidad con la que estos movimientos niegan la construcción del proyecto europeo porque es el gran obstáculo para el triunfo de los postulados populistas.

Una Europa unida y de valores es la única solución al populismo sangrante.

El caso del Brexit es curioso, porque ha sido una victoria del euroescepticismo, pero que ha contribuido a reforzar los mensajes y valores de la Unión Europea.

¿En qué medida los partidos políticos tienden a radicalizarse para convivir con los populistas?

JMN: En la medida en que la mediocridad impera en los líderes políticos y no existe excelencia en los partidos y cuadros.

¿Cómo se perfila el crecimiento o no de los movimientos populistas luego de las elecciones europeas?

JMN: Creo que el punto máximo de los partidos populistas aún no ha llegado, por lo que creo que tienen el momentum a su favor. Queda recorrido para el avance del populismo, pero una vez llegue a su punto más alto, hará falta una catarsis para recuperar los valores democráticos tradicionales. Esta catarsis será el resultado de un conflicto político importante o de una crisis económica profunda resultado de sus decisiones.

 

Entrevista perteneciente al e-book de Tendencias Globales «¿Populismos pasajeros o consolidados?»