Claves:

  • Recientemente, y coincidiendo con la publicación de varios estudios, las instituciones globales han comenzado a alertar de los efectos que el plástico en el mar tienen para las especies y sus ecosistemas, así como para la acidificación de los océanos, algo clave para el cambio climático.
  • Aunque el problema no genera disensos, sí existen discrepancias en relación a quién o qué tiene la culpa: ¿el desarrollo occidental? ¿el descuido de cuencas y ríos por parte de los emergentes?
  • ¿Qué esfuerzos y a qué coste se plantean para poner coto a esta amenaza?

 

Un mar repleto de plásticos

Las alertas sobre los efectos del cambio climático han aumentado en los últimos años. Y dentro de esa nueva sensibilidad global, destaca estos meses la alarma sobre los efectos que la enorme cantidad de plásticos que hay en el lecho marino tienen para el futuro de las especies marinas, para los océanos y, en general, para el planeta. “Estamos ante una crisis planetaria (…) estamos arruinando el ecosistema del océano”, declaró la directora de océanos de la ONU, Lisa Svensson. En un artículo de la revista Science Advances, el ecologista industrial Roland Geyer, de la Universidad de California en Santa Bárbara, Estados Unidos, calculó que el volumen total de todo el plástico producido en el mundo desde hace 70 años, cuando se comercializó, fue de 8.300 millones de toneladas.

Según el mismo informe, de dicho total, unas 6.300 millones de toneladas son residuos, y el 79 % de ellos se encuentra en vertederos o en el entorno natural. Es difícil calcular cuántos hay exactamente en los mares, aunque las cantidades se presumen insostenibles. Se estima que unos 10 millones de toneladas de plástico acaban en el mar cada año. Ya han provocado, incluso, conatos de enfrentamientos diplomáticos entre países, como el que mantienen Guatemala y Honduras por el plástico en el mar que produce el río Motagua al desembocar en Honduras tras recorrer Guatemala. Ambos países se entrecruzan culpas sin llegar a acuerdos para solucionar los efectos y las causas del problema. Las cuencas de los principales ríos del mundo, caso del Nilo o el Níger, así como varios ríos menores en Asia, son utilizados como vertederos que desembocan en el mar.

El plástico en el mar: efectos duraderos

El plástico es un problema porque no es biodegradable, está diseñado para durar mucho tiempo. Eso, unido a la generalización de su uso doméstico y comercial en forma de utensilios y bolsas ha multiplicado exponencialmente su uso. Se calcula que, de mantenerse el ritmo, en 2050 habría 12.000 millones de toneladas en vertederos y en el medio ambiente. Según contaba un artículo de la revista Science, el tamaño de las zonas sin oxígeno o muertas en los océanos se ha cuadruplicado desde mediados del siglo XX por culpa de los efectos de los plásticos, mientras que las zonas con muy poco oxígeno cerca de las costas se han multiplicado por 10. Esta situación puede producir la extinción masiva de especies, algo que tiene un doble riesgo: por un lado, puede acabar con un modo de vida y de alimentación de muchas zonas del planeta y, además, afecta la capacidad de los océanos para retener CO2.

En las costas, el mayor problema son los nutrientes utilizados en la agricultura y que llegan al océano. Tales como el fósforo de los fertilizantes y abono para las plantas, que llegan a través de los ríos hasta el océano. Allí provocan el crecimiento exponencial de algas que, al morir y descomponerse, absorben enormes cantidades de oxígeno. Otro estudio de la revista Science de 2015 que analizó 192 países costeros que contribuyen con el aumento de residuos plásticos oceánicos llegó a la conclusión de que 13 de los 20 contribuyentes más importantes al mar de plástico eran asiáticos. China era el país que peor gestionaba sus desechos y Estados Unidos se encontraba entre los primeros 20 países. Además, la primera potencia es la que más desechos genera por persona del mundo.

¿Qué soluciones se plantean?

Aunque el cruce de culpas es habitual, y pese a que Estados Unidos y China son los principales responsables por el peso de sus economías, ha sido la Unión Europea quien más en serio se ha tomado el problema. Para ello ha propuesto una serie de soluciones integrales que atacan a todos los aspectos del problema, así como las causas de fondo. Según la Comisión Europea, el coste anual de la limpieza de sus 50 mil kilómetros de playas y costas al año es de entre 194 y 630 millones de euros, algo que la ha forzado a legislar de forma más activa. Los residuos plásticos comportan daños y pérdidas en el sector de la pesca en la UE cifrados en 61,7 millones anuales, un 1 % de los ingresos de la flota del sector medidos por los últimos datos consolidados, los de 2010.

La directiva que actualmente se prepara prohibirá los bastoncillos de algodón, cubiertos, platos, pajitas, agitadores de bebidas y palitos de globos de plástico, entre otros productos. Se trata de los 10 principales productos de plástico de un solo uso que se encuentran en las playas, así como para los aparejos de pesca abandonados, perdidos o tirados. Todo suma el 70 % de la basura en playas y costas y la directiva espera que los países miembros recojan el 90 % de las botellas de plásticos de un solo uso, el producto de plástico más contaminante.

Se baraja también aumentar los impuestos a productos de plástico, aumentar las campañas de concienciación de productores y consumidores, así como fomentar la economía circular, el reciclaje y una lucha permanente contra los excesos de los envasados.

Perspectivas dudosas

Se trata de soluciones de raíz con las que la Unión Europea declara explícitamente su intención de liderar una campaña global contra los plásticos de un solo uso para evitar que lleguen al mar. La duda reside en cómo reaccionarán Estados Unidos y China antes estas medidas contra el plástico en el mar.

Dado que el gigante asiático se ha tomado mucho más en serio el cambio climático y ya ha presentado planes ambiciosos de reducción de gases de efecto invernadero, es probable que sea receptivo a estas políticas restrictivas con el plástico. En cambio, Estados Unidos, que se ha retirado del Acuerdo de París contra el cambio climático, no parece inclinado a seguir los pasos europeos. Los científicos son claros al respecto: no valdrá de nada si no se encara de forma global y generalizada un fenómeno como el plástico en el mar.