El doctor Rosling prescribe los datos como terapia
[easy-social-share]Hans Rosling cuenta en su libro que la afirmación «las cosas van peor» era la sentencia sobre el mundo que más había escuchado en su vida. Si hacemos un chequeo rápido de la prensa de estos primeros días de 2019 la música que suena es muy parecida: “Ascenso de la ultraderecha en Brasil”, “El año cierra como el peor de la Bolsa española desde 2010”, “El pesimismo de la sociedad española sube 3 puntos en los sondeos”, etc. Y en una encuesta en 30 países dirigida por el equipo de Rosling, se preguntaba: ¿Crees que el mundo va a mejor, igual o peor? Más del 50% de los encuestados contestó que «a peor». Por cierto, entre la treintena de países, España fue el noveno que más respuestas negativas registró. Sí, sabemos que la negatividad vende, que impregna los análisis sobre presente y futuro en nuestras conversaciones diarias y en los medios de comunicación, sin embargo, somos incapaces de sustraernos a ella. Nos expresamos y actuamos como si ponernos en lo peor fuera la única alternativa justa y realista. Hans Rosling dedicó su vida a combatir este y otros sesgos promoviendo la actualización y el examen constante de los datos, el contraste de los hechos mediante la reflexión, la argumentación lógica y la conversación «a pie de calle», con personas de todo tipo. Factfulness es el producto de ese combate.
Del libro póstumo de Rosling se ha dicho que, más que positivo, era sobre todo un texto realista y posibilista, como subrayando su anclaje en los hechos, alejando cualquier sospecha de wishful thinking. Cuando lees el libro estas suspicacias desaparecen. Lo que sale a relucir no es otro gurú lanzando predicciones voluntaristas e indiscriminadas, sino un médico experto en desarrollo y en ciencias sociales con un bagaje profesional y un anecdotario vital vastísimo. Bill Gates apuntaba en alguna entrevista la clave del discurso de Rosling: «él no afirmaba que las cosas, necesariamente, vayan a ir a mejor, sino de que, sin duda, y a tenor de los logros alcanzados hasta ahora, las cosas pueden ir mejor». Es verdad, el médico sueco tendía a ver el vaso medio lleno, pero lo cierto es que lo hacía de manera precavida y convincente. Pertrechado con datos, argumentos y razonamientos lógicos impugnaba la «concepción excesivamente dramática del mundo» a la que nos predispone nuestro cerebro, aquella que nos hace tergiversar la realidad, perder oportunidades y, sobre todo, que nos aboca a la infelicidad y el estrés permanentes.
Hans Rosling en la Conferencia Europea de la Juventud, en 2009. Foto: Marc Femenia/TT
Los chimpancés nos ganan
En las conferencias con las mujeres líderes de la Unión Africana, en un hospital o en sus clases del Instituto Karolinska de Suecia, Rosling experimentó en carne propia el peligro de los sesgos y los prejuicios, y observó en sus alumnos y en otras personas la machacona insistencia de nuestra mente para permanecer inmutable a pesar de las evidencias. Para comprobarlo estadísticamente, el autor y sus compañeros desarrollaron un test en el que preguntaban por algunos de los principales indicadores relacionados con la pobreza, la salud y el desarrollo a nivel mundial; preguntas generales cuyas respuestas están disponibles en fuentes abiertas. El cuestionario fue completado por unas doce mil personas de catorce países diferentes. La media fue de dos aciertos sobre doce preguntas, y hasta un 15% de los encuestados no habían acertado ninguna pregunta. ¿Por qué esta ignorancia tan extendida y persistente respecto al mundo? Los resultados eran más bajos que los que arrojaría un test aleatorio con chimpancés. No podía tratarse de simple falta de conocimiento o de la acción de las fake news. Debía ocurrir algo más, una especie de conocimiento erróneo activo. ¿Cómo podrían los políticos resolver los problemas globales si se basaban sistemáticamente en percepciones erróneas? ¿Cómo operarían los líderes de los negocios con una visión del mundo tan distorsionada?
Parte de la respuesta está en la manera en que funcionan nuestros cerebros. Millones de años de evolución nos han programado para extraer conclusiones rápidamente, sin pensar demasiado. Aunque el pensamiento instintivo es necesario para una vida normal, nuestra «tendencia a dramatizar» distorsiona nuestra comprensión de la realidad.
Nuestros prejuicios nos hacen perder oportunidades
El libro de Rosling –y de su hijo Ola y su nuera Anna– se articula en torno a diez instintos o grandes tendencias que en buena medida explican esta visión persistentemente errónea sobre los cambios y mejoras que están transformando el mundo. La perspectiva única, la tendencia a generalizar, el miedo, la negatividad o la idea de que el destino está escrito en las personas y las culturas como algo inexorable son algunos de esos sesgos, barreras que nos impiden apreciar logros formidables, inéditos en la historia de la humanidad, alcanzados en un espacio de tiempo insólitamente corto. Las cifras de reducción de la pobreza extrema, la escolarización de niñas a nivel global, el incremento de la esperanza de vida o el porcentaje de niños vacunados, son solo algunos de los indicadores que han experimentado mejorías impresionantes, pero nosotros nos negamos sistemáticamente a reconocerlas. Esto no solo resulta injusto, sino potencialmente dañino para nuestro bienestar y para nuestras decisiones individuales o colectivas.
Si se documenta que el 80% de los niños del mundo han sido vacunados contra alguna enfermedad, esto es muy bueno; pero si miramos más allá, como propone Rosling, resulta que para que las vacunas lleguen a su destino se requiere una compleja infraestructura logística, de transporte, educativa y sanitaria, justo la necesaria para levantar fábricas y emprender negocios. Si semejante red funciona en la mayoría de los territorios del mundo y nosotros lo ignoramos, si nos empeñamos en invertir en países con mercados saturados y economías desaceleradas, en vez de apostar por países gigantescos que están creciendo mucho y rápido, con una clase media en franca expansión, estamos perdiendo oportunidades inmejorables. Nuestros prejuicios y pensamientos acomodaticios –de los que tampoco se libran los directivos de grandes compañías y organismos– nos hacen creer que los países del «Tercer Mundo» permanecen estáticos y que en ellos nunca será posible el desarrollo. Algo parecido sucede con las ONG. Si sus campañas obvian continuamente los grandes logros alcanzados, están dejando escapar una ocasión de oro para contarle a sus potenciales colaboradores que las donaciones y la ayuda humanitaria funcionan y producen mejoras reales. La conclusión de Rosling es clara: «No podemos permitirnos seguir ignorando los datos reales para tomar nuestras decisiones».
La profesora Mallika Naskar da clase en la escuela rural de Tentulia, India, donde fue alumna. Foto: Global Humanitaria.
El mejor valor de Factfulness
Aunque diferente en el tono, el estilo y desde luego en sus contenidos concretos, Factfulness podría inscribirse en la hipotética corriente del «nuevo optimismo», de la que formarían parte Progreso de Johan Norberg o En Defensa de la Ilustración de Steven Pinker; una línea discursiva más o menos explícita que convergería en la vindicación esforzada de los valores y logros de la democracia liberal, cuando esta se encuentra asediada por objetores de todo tipo.
En cualquier caso y por lo dicho hasta aquí, se comprende que el texto no se limita a decirnos lo estupendo que es todo, sino que nos desafía para pensar de manera distinta y más abierta, sobre todo con una base empírica, y ampliando el foco para mostrarnos la compleja dimensión de los problemas. Al fin y al cabo, ver el vaso medio lleno o medio vacío puede ser una cuestión de perspectiva y temperamento. Lo realmente valioso del trabajo de Rosling, en tiempos de polarización, extremismo y trincheras, es que nos presenta una aproximación equilibrada a las grandes cuestiones sociales y económicas, rehúye las afirmaciones taxativas y los determinismos –también el del culto a las cifras y los números– y propone en cambio el pensamiento prudente e informado desde distintos puntos de vista. Además, por qué no decirlo, el libro es poco sesudo, con un tono general amable que se agradece, plagado de anécdotas esclarecedoras y con gráficos e ilustraciones más que elocuentes.
Factfulness. Hans Rosling. Deusto. Noviembre, 2018. 352 pp.
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