Portugal vive en la actualidad un contexto de optimismo. Después de haber sufrido una de las crisis sociales, económicas y políticas más brutales de su historia, la mayoría de los indicadores macroeconómicos muestran mejorías claras. El PIB per cápita de los portugueses, por ejemplo, aumentó 2,9 % en el 2017, ascendiendo a un promedio de 27.700 euros anuales por persona, según los datos más recientes publicados por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El país se consolida así como una fuente de interés internacional, convirtiéndose en un polo de atracción para inversiones económicas, turistas y hasta eventos globales de gran envergadura como el Web Summit. Incluso varias figuras políticas portuguesas han pasado a ocupar posiciones de relevancia en las altas esferas europeas e internacionales, como Antonio Guterres (Secretario General de la ONU), Víctor Constâncio (vicepresidente del Banco Central Europeo), Carlos Moedas (comisario europeo de Investigación, Ciencia e Innovación) o Mário Centeno (presidente del Eurogrupo).

El “milagro portugués”

Mucho se ha hablado en la prensa internacional, general y especializada, sobre esta recuperación y las causas más importantes que explicarían este supuesto “milagro portugués”. Me gustaría destacar aquí los factores centrales que, desde mi punto de vista como empresario portugués comprometido con el desarrollo económico de mí país, han permitido recuperar una senda de crecimiento económico, al mismo tiempo que me permito apuntar el hecho de que aún resta mucho por hacer si deseamos garantizar la sostenibilidad a largo plazo de esta etapa expansiva en el futuro de la economía portuguesa.

En primer lugar, no puedo dejar de destacar el enorme esfuerzo de contención que realizamos todos y cada uno de los portugueses durante la crisis. Debimos enfrentar grandes sacrificios y muchos ciudadanos portugueses vivieron años de verdadera penuria. Sin embargo, en momentos difíciles se deben tomar decisiones que la mayoría de las veces no se caracterizan por su popularidad. Y muchas de estas decisiones impopulares que se tomaron en estos momentos difíciles son las que nos han permitido revertir un camino de gasto ilimitado y de descontrol económico y financiero que se había vuelto insostenible y que garantizarán el futuro de la economía portuguesa.

En segundo lugar, como empresario y como presidente de la Cámara de Comercio e Industria Portuguesa, no puedo dejar de destacar el rol fundamental que cumplieron las empresas portuguesas en este proceso de recuperación. Las empresas, enfrentadas ante la adversidad y ante un mercado interno en plena contracción, emprendieron la hercúlea tarea de reinventarse con el fin de hacer realidad el proceso de internacionalización de la economía portuguesa. No tengo ninguna duda de que una parte sustancial de la recuperación económica que vivimos se debe en gran medida a la excelente labor de las empresas portuguesas y sus trabajadores.

Los portugueses somos, en esencia, un pueblo que valora mucho las relaciones humanas y los vínculos interpersonales. Por ello, contamos con una capacidad única para entender la situación del otro, de nuestro interlocutor y, por lo tanto, somos un pueblo con una habilidad muy poco extendida en el mundo actual: generar consensos con los demás y entre los demás. En los momentos más graves de nuestra crisis económica, los portugueses, y especialmente nuestros empresarios, supimos explotar esta cualidad, colocándonos en una posición privilegiada para abrirnos al entorno internacional. El crecimiento exponencial de nuestras exportaciones es una clara muestra de ello.

En tercer lugar, y quizás uno de los factores más importantes de todos, el discurso de aquellos individuos responsables de conducir política y económicamente el destino de nuestro país cambió radicalmente. El discurso público dejó de centrarse exclusivamente en la enunciación y búsqueda de objetivos puramente económicos y estadísticos, y pasó a hablar ya no de cifras frías y duras sino de las personas de carne y hueso. Pasó a hablar de personas, para las personas y por las personas. Esta humanización tan necesaria y la enunciación de los portugueses como individuos reales con necesidades reales contribuyeron en gran medida a una mejora sustancial del clima político y social que hemos experimentado en estos últimos años.

El futuro de la economía portuguesa: principales desafíos

Sin embargo, este no es el momento para pecar de entusiasmo y dormirnos en los laureles. Este impulso económico que estamos viviendo y la mejora sustancial en las condiciones de vida de los portugueses es el momento ideal para emprender aquellas reformas que necesitamos y que, desde mi punto de vista, son fundamentales para la consolidación del futuro de la economía portuguesa. Por ello, debemos enfrentar con decisión y pericia nuestros más grandes desafíos:

  • El empresariado portugués ha logrado un nivel de autonomía apreciable, pero continúa necesitando apoyo por parte del Estado en el sentido de crear herramientas que facilitan la entrada en nuevos mercados, negociando la reducción de aranceles aduaneros y apoyando estratégicamente a través de subsidios puntales el momento de entrada de las empresas en mercados nuevos, que es justamente la etapa más difícil durante un proceso de internacionalización.
  • Las empresas portuguesas enfrentan un acceso muy limitado al crédito, lo que termina por ahogar muchas iniciativas promisorias. Es necesario sanear el sistema bancario privado, fortalecer mecanismos alternativos de financiación, como los capitales de riesgo o la capitalización propia por parte de las empresas, e impulsar un Banco de Fomento que defina mercados priorizados y funcione profesionalmente, sin ningún tipo de interferencia política.
  • Impuestos más bajos han demostrado ser una plusvalía para el desarrollo de las economías, lo que termina revirtiendo en la población por lo que en Portugal debemos perder el miedo a demandar una mejor y más eficiente distribución de las cargas.
  • Finalmente, el salario mínimo en Portugal continúa siendo un salario miserable y aún no hemos conseguido implementar un salario digno efectivo, tarea que debería ser el designio de los gobiernos, centrales sindicales y asociaciones empresariales. Vincular el salario a la productividad permitiría superar este estancamiento, distribuyendo de manera más justa de la riqueza generada.

 

Nuestro progreso ha sido sustancial en estos últimos años, pero aún queda mucho camino por recorrer. Portugal puede y debe consolidarse como una economía de referencia internacional y para ello tendremos que redoblar los esfuerzos y explotar al máximo nuestras potencialidades. Desde el sector empresarial seguiremos trabajando arduamente para alcanzar un gran futuro de la economía portuguesa.