Para muchos entusiastas, tecnólogos y libertarios, el Bitcoin y otras criptomonedas son el futuro de un mundo con un mercado libre sin restricciones gubernamentales ni bancos centrales. Una moneda más democrática, segura y anónima. Para otros, una burbuja que nunca será una moneda. Y mejor que no lo sea. ¿Por qué?

Claves

  • La burbuja del Bitcoin muestra que esta no es la moneda del futuro sino del pasado: el futuro ya existe con la moneda electrónica.
  • El Bitcoin tiene otros dos grandes problemas: es deflacionaria y poco flexible para el mundo real.
  • El Bitcoin y las criptomonedas están aún en fase de innovación pero es necesario resolver tres problemas: decidir si son inversiones o herramientas; separarse de la noción de que son monedas; y resolver problemas de almacenamiento y venta.

 

 

El Bitcoin no es el futuro, es el pasado

Desde el punto de vista de la teoría económica, el profesor Paul De Grauwe analiza el ascenso del Bitcoin y cómo parece que no exista un límite a su burbuja, al nivel de las grandes burbujas de la historia.

La lógica de todas las burbujas es siempre la misma: excesivo optimismo sobre el valor de un bien y la expectativa de que el precio del mismo siga subiendo. Cuando estalla la burbuja, el precio colapsa.

¿En qué se basa las expectativas con el Bitcoin y similares? La idea es que son la moneda del futuro pero “nada está más alejado de la verdad”. De hecho, indica De Grauwe, el Bitcoin es una moneda arcaica que utiliza, al igual que el oro, recursos escasos.

Por tanto, más que una criptomoneda del futuro, el bitcoin es una moneda del pasado: en cambio, la moneda electrónica, cada vez más barata en términos de producción, es la moneda del futuro. Y aunque los Bitcoins puedan disminuir sus costes de producción, se comparan muy mal con la tecnología ya existente.

¿Por qué no puede ser una moneda?

Existen además otras razones relevantes por las que las criptomonedas no tienen futuro como medios de pago y unidades de cuenta, es decir, las funciones principales del dinero. En primer lugar, la oferta de Bitcoins se fija asintóticamente, no respondiendo a la creciente demanda y necesidad de oferta de esta moneda. La economía basada en Bitcoin, entonces, encararía una deflación permanente con profundas consecuencias económicas para los inversores, emprendedores y el crecimiento futuro.

En esta línea, Matt O’Brien en The Washington Post también reniega del papel del Bitcoin como moneda y destaca este mismo aspecto: el misterioso creador de la moneda decidió que únicamente existirían 21 millones de Bitcoins. Eso explica por qué cuando aumenta la demanda también aumenta el precio. Pero, se pregunta, “¿qué significa que una moneda incremente su valor, como ha hecho el Bitcoin, de los $775 el año pasado a más de $17.000 hoy?” Pues que, con la misma moneda, se puede comprar 22 veces más cosas que antes. Esto quiere decir que “los precios de todo se han desplomado en términos de Bitcoin”. Es decir, de nuevo, deflación: un 95,4 por ciento, para ser exactos.

Y esto es, ni más ni menos, la muerte de una divisa. Entonces, ¿estamos realmente ante la criptomoneda del futuro? ¿Contrataría una hipoteca en Bitcoin que era originalmente de $200.000 pero que pueden convertirse en $3,4 millones en año más tarde?

De Grauwe señala también un segundo aspecto, incluso más relevante aún respecto al futuro del Bitcoin, que hace del Bitcoin una moneda peligrosa puesto que enfrenta a un supuesto mundo idealizado –donde el Bitcoin sería central– con el mundo real. El Bitcoin no estaría respaldado por un prestamista de última instancia, los bancos centrales, y cuando llegase las crisis, y siempre llegan, todos irían hacia la liquidez pero esta sería inexistente. Si no hay bancos centrales que proporcionen liquidez, se va hacia la deflación e insolvencia. Una economía del Bitcoin no es lo suficientemente flexible.

Pero esta ausencia de bancos centrales es para los “fundamentalistas del mercado” lo más destacable. Para algunos, el Bitcoin se ha convertido en el “símbolo de un mundo de libre mercado” donde, liberados de los controles gubernamentales, se creará riqueza para muchos, con mercados auto-regulados que evitarán las crisis. Ahí, el Bitcoin jugará ahí un papel central. Pero en el mundo real no, concluye De Grauwe.

Pero, entonces, si no es una moneda, ¿qué es lo que es? O’Brien es igualmente crítico: no es sólo una moneda fallida, también es un sistema de pagos fallido por su lentitud y costes (como el ancho de banda necesario para realizar las transacciones), que hacen que sea un nuevo y no mejorado PayPal.

Entonces, ¿por qué la manía de las criptomonedas?

Como indica Scott Rosenberg en Wired, toda nueva tecnología experimenta, en sus inicios, un período de expansión por lo que esta tecnología se supone que podrá solucionar todos los problemas posibles e imaginables hasta que llega un momento en el que se ven de un modo más claro sus ventajas e inconvenientes. Esto está ocurriendo con la moneda electrónica Bitcoin en particular y con las criptomonedas en general al igual que con el blockchain.

Básicamente, la tecnología blockchain es un libro mayor contable distribuido protegido por un sistema criptográfico. Cualquier cosa de la que se pueda hacer una lista se puede gestionar con blockchains. Por ello, muchos emprendedores lo están intentando utilizar para innumerables cosas, desde las finanzas a gestionar las tierras pasando por la medicina. Como dice el autor, “algunas de estas ideas son brillantes mientras que otras son ridículas”. Pero esto es así por la propia lógica del sistema de innovación y el capital riesgo. A través de él, la industria tecnológica determina para qué sirve realmente cada plataforma.

2018 será el año de “las criptomonedas para todo”. De hecho, se han levantado más de $4.000 millones –la mayoría en este último año– en la introducción de nuevas criptomonedas. “El futuro en el que cada uno de nosotros tengamos nuestra propia moneda sigue siendo improbable. Pero uno en el que cada gran empresa tecnológica expida un token como una moneda propia probablemente no esté tan lejos.

Pero antes, tres temas deben ser resueltos en la industria:

  1. ¿Estas criptomonedas son principalmente inversiones o herramientas? Por el momento, existen modelos donde estas monedas se utilizan como inversión –imitando las características de otros productos más convencionales– mientras que otros modelos más innovadores ponen a trabajar esos tokens dentro de la plataforma para seguir desarrollándola. En un futuro próximo, uno de los dos modelos prevalecerá.
  2. ¿Podemos abandonar la idea de que las criptomonedas son una nueva especie de la moneda tradicional? Aunque al inicio este tipo de monedas se enmarcaron como “dinero digital” no es exactamente así. Es necesario alejarse de esa idea: esta “nueva tecnología se parece a la moneda, pero realmente no lo es”.
  3. ¿Pueden los desarrolladores acabar con los numerosos problemas que rodean a la moneda electrónica Bitcoin y otras criptomonedas? Y la dificultad para vender y almacenar los Bitcoins, que hace que la mayoría pague a terceros para que lo haga. Estos servicios intermedios son el mayor punto de errores y fragilidad del sistema y en 2018 estos proveedores lucharán por ganarse la confianza de los usuarios.

Para que estas monedas avancen de verdad es necesario resolver estos problemas. Aunque, de fondo, todos los problemas a los que se enfrentan estas monedas pueden resumirse en “confianza”, lo que no deja de ser paradójico puesto que estos sistemas se basaron precisamente en una idea “tecnolibertaria” de un mundo sin “necesidad de confianza” debido a la garantía irrefutable del blockchain.

Mientras, existe apetito inversor y tecnología a disposición para seguir invirtiendo en esta tecnología. Seguimos aún en la fase de expansión, pero habrá que empezar a ver sus utilidades reales y capacidad de resolver problemas concretos. O, si no, no servirán para nada.