Claves

  • En el año 2000, en un congreso científico en Cuernavca, México, en el que se discutía el impacto del ser humano en el planeta, se acuñó por primera vez el concepto de Antropoceno. ¿Qué es este nuevo sintagma que describe el paso del Holoceno a una nueva era geológica?
  • Sigue habiendo argumentos contra este cambio de era, actualmente en estudio, pues supondría asumir que el Holoceno, desde la revolución neolítica ha sido especialmente corto. ¿Qué argumentan los partidarios y detractores del cambio?
  • La aceptación del cambio de era supondrá un espaldarazo definitivo a las tesis más generalmente aceptadas sobre la gravedad del cambio climático. ¿Qué impacto puede tener en la economía y las sociedades del futuro inmediato? ¿Hay un ecologismo reformista?

Antropoceno: un nuevo concepto geofísico y político

El químico Paul J. Crutzen, galardonado con el Premio Nobel por sus trabajos sobre la capa de ozono, dio popularidad al concepto en el año 2000 durante un congreso en Cuernavaca, México, que debatía el impacto humano en la naturaleza. Según este eminente científico, “ya no vivimos en el Holoceno” sino en el Antropoceno. El nombre había circulado con anterioridad, entre otras razones gracias a la labor del biólogo estadounidense Eugene F. Stoermer, con quien Crutzen publicó ese mismo año un artículo científico que buscaba dar ropaje científico a su propuesta.

La tesis del Antropoceno afirma que ya no vivimos en las condiciones climáticas del Holoceno. Esta época, que comenzó aproximadamente en el año 10.000 a. de C. tras la última glaciación, se caracterizó por unas condiciones ambientales particularmente benignas para el desarrollo humano. Es aquí cuando se produce la revolución neolítica y el sedentarismo, base primigenia de nuestras sociedades industriales. Pero el Antropoceno va más allá y afirma que esas condiciones han desaparecido, no por cambios naturales o impactos externos como un meteorito, como en otras ocasiones, sino por el impacto de la acción humana en los ecosistemas.

El cambio climático sería una de las manifestaciones, la más dramática, del Antropoceno. Por tanto, el cambio de era geológico que ahora estudia la Comisión Internacional de Estratigrafía, formada por expertos en el periodo Cuaternario, es una decisión con impacto político, social y medioambiental. Si el Antropoceno ha permanecido resguardado de polémicas en el debate científico-técnico, estamos familiarizados con los debates sociales entre negacionistas, reformistas y catastrofistas respecto del cambio climático. Especialmente desde que Estados Unidos se retirara del Acuerdo de París que fijaba criterios para el control de las emisiones de gases de efecto invernadero.

La decisión de la Administración Trump ha supuesto un espaldarazo para aquellos que no creen que estemos en un cambio de era. Ni siquiera que exista el cambio climático. En un reportaje previo a su elección como presidente, Robinson Meyer calificaba en la revista The Atlantic a Trump como “el primer demagogo del Antropoceno”, y las decisiones posteriores del líder de EE.UU. parecen haberle dado la razón. Aunque lo cierto es que Trump es aquí portavoz de una corriente negacionista bien nutrida, más que su inspirador.

Un debate ideologizado

Cabe preguntarse, ¿cómo es posible negar el cambio climático pese a tanta evidencia científica? Ni siquiera China lo hace. La potencia asiática se ha tomado muy en serio el desafío, y ha acelerado su transición energética. Como también hace Arabia Saudí. El profesor y teórico político Manuel Arias Maldonado, autor de Antropoceno. La política en la era humana (Debate, 2018) apunta en su libro y en diversos artículos el motivo político reactivo que se esconde en los debates a cuenta del cambio climático.

A un ecologismo de izquierda, que es quien primero hizo bandera del asunto, se le opuso una corriente política que automáticamente defendió con argumentos contrarios en su papel de defensores de cierto statu quo. Así, entre un ecologismo radical, que ha defendido parar máquinas y la vuelta a los orígenes, y un negacionismo reactivo, que cree que no pasa nada y que podemos seguir consumiendo y gastando recursos como si no hubiera un mañana, las posiciones matizadas no han podido destacar.

En opinión de Arias Maldonado, urge sacar el debate del Antropoceno y el cambio climático de las trincheras políticas. Los científicos deberán opinar con total libertad y rigor, sin interferencias ideológicas, pues es nada menos que el futuro como especie lo que está en juego. Surge de aquí una Tercera Vía ecológica que asume lo insostenible del modelo de consumo, pero que defiende una reforma desde dentro del sistema. Un ecologismo, por tanto, desde el liberalismo político, que asume el hecho pero que quita responsabilidad moral al ser humano, pues “no sabía que estaba generando ese impacto”.

Los defensores de la Tercera Vía Ecológica tienen puestas sus esperanzas en los avances científicos. Los cambios exponenciales en las nuevas técnicas serán fundamentales para concebir nuevos modelos energéticos para ciudades limpias, para impulsar la economía circular del reciclaje y para, al fin y al cabo, establecer una relación más consciente y refinada con el entorno natural, lo que también incluye a los animales. Un cambio geológico aún incierto pero que, sin duda, tiene repercusiones morales, políticas, económicas y sociales. Será un debate que habrá que seguir de cerca.