Internet forma parte de nuestras vidas desde hace 40 años. Nos permite estar conectados con nuestra familia y amigos, nos aporta nuevas capacidades para la educación y el trabajo, y nos ofrece un acceso diferente a bienes y servicios. Cada vez son más las acciones que pasan del plano presencial al digital, y la realidad es que esta tendencia crece cada día.

Sin embargo, la progresiva e imparable digitalización de la sociedad enfrenta también una serie de retos, especialmente en el marco de la ciberseguridad, tanto de las herramientas que usamos, de los tipo de dispositivos, como de los datos de que disponemos, de las propias personas.

  Hoy conmemoramos el 20º aniversario de la creación del Día del Internet Segura; una iniciativa promovida por la Unión Europea para promover el uso responsable de la Red y, sobre todo, proteger los derechos de los niños y adolescentes en este entorno. Un objetivo que han plasmado muy bien, desde mi punto de vista, en el eslogan elegido para este año: “Juntos por un Internet mejor”.

  No deja de ser necesaria esta llamada a la reflexión en un entorno en constante cambio tecnológico, como el que vivimos. El avance de la Inteligencia Artificial, el Internet de las Cosas, el metaverso o la realidad aumentada, han demostrado el potencial de las máquinas para facilitar la vida de las personas en ámbitos tan diversos como la sanidad, la educación, las finanzas, la movilidad o el turismo. Cada vez somos actores “más digitales” y a medida que incorporamos la tecnología a todos los planos de nuestra vida, aparecen nuevos derechos y diferentes oportunidades, pero también distintos riesgos e inéditas problemáticas. Con el nuevo horizonte evoluciona también el lenguaje y hoy en día se ha convertido en cotidiano valorar nuestra “identidad digital”, contar “likes”, buscar “follow” y cargar en “cloud”, pero también sufrir “ciberacoso”, “phishing”, “smishing”,  o cualquier problema de “ciberseguridad”.

  Porque el avance de las nuevas tecnologías no está exento de riesgos, como demuestra el incremento exponencial de ciberataques que está produciéndose desde la pandemia de COVID-19, que ha supuesto un punto de inflexión en la digitalización de la sociedad. Desde Italia hasta Canadá, pasando por Costa Rica, Estados Unidos o España, los ciberdelincuentes se aprovechan de las vulnerabilidades de los sistemas para atacar a usuarios, empresas e infraestructuras críticas.

  La situación es tal, que algunos de los estudios más prestigiosos sobre los riesgos que enfrentan los países y, en general, las sociedades, apuntan a que la ciberseguridad es el mayor reto al que nos enfrentamos en los próximos años y, es más, la Estrategia de Seguridad Nacional 2021 en España señala que “se generará un aumento de la vulnerabilidad ante ciberataques en aparatos conectados a la red”.

  Por ello, creo que debemos poner el foco en cómo queremos que sea el Internet del futuro. En este sentido, la formación de los usuarios es un elemento fundamental para reforzar nuestra seguridad, especialmente de los más vulnerables, como los niños y jóvenes, no sólo porque representan el porvenir de nuestra sociedad, sino porque están expuestos a riesgos para los que, quizá, no están preparados; entre otros motivos porque, quizá, todavía no somos capaces de advertirlos.

  Muchos de los ciberataques se deben a un error humano y ahí es donde creo podemos y debemos ayudar a las generaciones más jóvenes, sin olvidarnos, por supuesto, de la importancia de formar a todas las personas y de contar con sistemas y tecnologías que nos protejan. El reto es muy grande, pero confío en las posibilidades que tenemos para formarlos y concientizarlos sobre el necesario equilibrio en la gestión de las oportunidades y los riesgos del mundo online, y evitar así que sean víctimas de ataques similares a los más de 100.000 que reportó el Incibe en 2022.

  En esa línea, una primera aproximación a este reto es la formación: en empresas, en las instituciones públicas y, sobre todo, en las escuelas y hogares, para que las futuras generaciones aprendan a manejar de una forma responsable su identidad digital y su utilización de las redes, y de protegerse de los ciberataques y otros fenómenos como el ciberacoso. Por tanto, creo que es el momento de reforzar mensajes a jóvenes y niños sobre lo importante que es no revelar información personal en Internet,  no interactuar con extraños en el mundo digital, no visitar lugares no protegidos, o, en particular, la importancia de pedir ayuda a un mayor o autoridad cuando se necesite. En cierta forma, se trata de seguir transmitiendo las mismas enseñanzas de prudencia y responsabilidad, con las que la sociedad ha venido protegiendo a  niños y jóvenes para el mundo offline, pero ahora ajustado a un nuevo entorno, que exige nuevas cautelas. Es un día para recordarlo y un momento para pensar en cómo queremos que sea nuestro futuro.