Este confinamiento obligado nos hace reflexionar sobre qué lecciones obtendremos una vez superada la prueba de esfuerzo a la que, como personas y ciudadanos, estamos sometidos, y sobre qué características tendrá el nuevo entorno al que nos asomaremos una vez superada esta dura prueba. Las lecturas, los matices, los aprendizajes y las conclusiones van a ser múltiples en todos los aspectos, desde los más pequeños hasta los de gran calado, desde los individuales a los colectivos, desde los privados a los públicos, desde los personales a los profesionales, desde la mirada a corto y la del largo plazo.

Probablemente, la primera consecuencia de esta vivencia es una maximización y aceleración de la hibridación. Lo híbrido entre lo online y offline, era ya tendencia tanto en los hábitos de consumo, como en los modelos de negocio. Estas circunstancias han confirmado la nueva realidad. Somos humanos híbridos, mejorados con la tecnología que vivimos y exigimos. Valoramos y apreciamos experiencias híbridas. Tras COVID-19 incluso aquellos más reacios, a pesar del hartazgo obligado de estos días “virtuales”, disfrutaremos de las posibilidades tecnológicas como sustituto y complemento de experiencias offline de una manera normalizada y estándar.

Colectivamente estamos aprendiendo, por fin, qué es lo que más nos importa entre las muchas distracciones, entre la abundancia de estímulos, diversiones, opciones, actividades, dispositivos y planes. Estamos reconociendo cuáles son los que preferimos, cuáles son los esenciales, y cuáles superfluos o simplemente accesorios. Más relevante todavía es tomar conciencia de qué personas son las que nos importan, de entre familiares, afectos y contactos; quiénes nos preocupan y nos ocupan, a quiénes queremos, a quiénes simplemente toleramos, y quiénes desaparecen de nuestro radar. Igualmente, qué opiniones, qué artistas, qué políticos son los que nos convencen y cuáles son aquellos que, a duras penas, nuestra educación simplemente tolera y tiene que aceptar, hasta que, más pronto que tarde, sean relevados en sus cargos.

Por otro lado, esta experiencia es un refuerzo, un gran paso adelante de la responsabilidad y participación ciudadana. Somos protagonistas de nuestro destino. Sin echar balones fuera, de repente esta sociedad eternamente adolescente, ha madurado; somos conscientes de que ninguna solución acontece sin esfuerzo, sin sacrificio y sin colaboración. Estamos inmersos en una gran convivencia y la solución para los problemas que realmente son importantes también se están “digitalizando”: o salimos todos juntos o lamentablemente, no saldremos ninguno.

Creo honestamente, que esta prueba de fuego pone de manifiesto la necesidad de repensar qué características, qué perfiles y qué experiencias previas han de tener nuestros políticos y gobernantes. No bastan bustos parlantes más o menos agraciados y promesas vacuas. Es necesario acreditar, como en cualquier otro proceso de selección, años de experiencia exitosa antes de asumir responsabilidades mayores, como las que conciernen a la gestión de las vidas de todos y los recursos públicos. Se impone con la fuerza de la razón un cambio político y de políticos.

Las promesas electorales y programáticas, así como el auténtico cuaderno de gestión de un gobierno que son sus presupuestos, van a ser revisados y alterados con una nueva escala de valores y prioridades: UNA sanidad más racionalizada, UNA educación que genere y valore perfiles necesarios para afrontar los retos del entorno presente y futuro. Más recursos para el I+D a costa de otras asignaciones carentes de sentido como demasiados acólitos e instituciones sin actividad, demasiados coches oficiales y demasiadas farras y celebraciones; en definitiva, ir a lo mollar… y además optimizado. Ya es hora de plantear, al igual que se hace continuamente en una gran empresa, qué debe ser central y qué local, qué puede ser automatizado, y qué no, qué debe ser incentivado y acrecentado y qué debemos eliminar, aunque haya sido de utilidad en el pasado. Ya no tiene cabida las continuidades sin sentido. Deberemos proceder a una hibridación racional de programas, políticas, servicios y líneas de actuación. Hemos aprendido sobre la marcha, que la mejor defensa en cualquier caso es la prevención. Prevención que nos debe motivar a llevar unos hábitos saludables de vida a nivel privado, estar fuertes y en forma para resistir y contar con algunos ahorros, porque todo puede cambiar en un momento y a acordar compromisos de medio y largo plazo en algunas áreas como la investigación, la educación y la sanidad que ya he mencionado.

En esta pandemia, los empresarios han dado un ejemplo de saber hacer y de saber estar a la altura equiparable a la ciudadanía y muy por delante de dirigentes y políticos. Son solidarios y actúan con la diligencia con la que están entrenados en el desempeño de sus funciones y contribuyen en la medida de sus posibilidades a reducir la ansiedad producida por este parón universal en empleados de todos los sectores. Estos empresarios y también sus comités de dirección y sus consejos de administración han de revisar y reformular sus planes estratégicos, sus modelos de negocio, sus estructuras, su liquidez y hasta sus propósitos en aras a una mayor orientación a sus clientes, ahora que esos clientes han cambiado y han modificado igualmente sus percepciones. Algunos protocolos, planes de contingencia y mapas de gestión de riesgos van a verse alterados y reformulados en este entorno VUCA, acuñado por el profesor Bauman, cuando hemos descubierto un nuevo significado a sus iniciales: que la V era de vulnerabilidad, la U de unidad, la C de contradicción y también de comunicación y la A de automatización. No podemos imaginar cuánto peor sería todo sin poder estar en contacto permanente con nuestros familiares y amigos, sin el sentido del humor o sin la comunicación de nuestras marcas favoritas.

Hemos despertado a una nueva realidad en la percepción de lo global. Independientemente del esfuerzo de algunos por poner vallas, muros y fronteras, la realidad confirma el efecto mariposa… el ritmo y el estilo de vida que amamos nos comunica y nos conecta. Se ha puesto de manifiesto que, si compartimos riesgos, necesitamos también una serie de acuerdos, de protocolos y de gobernanza globales. Algunas instituciones han dado un paso adelante y han asumido el rol para el que fueron creadas, mientras que otras han confirmado su inoperancia y su futilidad. Han de desaparecer.

Estas semanas hemos tenido tiempo para pensar, para revisar nuestras creencias y nuestros miedos y para imaginar diferentes razones por las que hemos llegado a este punto –si non è vero è ben trovato-, y han aflorado unas preocupaciones crecientes sobre los potenciales impactos que podrían tener en nuestras vidas el crecimiento demográfico, el imparable cambio climático y la dependencia creciente del abastecimiento de todas las utilities, incluidas las comunicaciones. Muchas de ellas dejarán de ser algo a considerar en algún momento futuro para escalar a las primeras posiciones de nuestras agendas actuales.

Para los gobiernos todo esto que nos acontece ha sido, es, y será una prueba de resistencia y de servicio. Algunos hemos confirmado nuestros peores temores. Si existiera la evaluación permanente para ellos y tuvieran que asumir las consecuencias de sus actos, sus negligencias y de sus omisiones, algún gobierno debería dimitir. El nuestro, por ejemplo.

Ante un enemigo común, la reacción humana más natural es la unidad, pero esta reacción requiere un liderazgo respetado, transparente y eficaz, no basado en el poder sino en la autoridad.

No hemos sido afortunados a este respecto. Nuestro gobierno ha reaccionado tarde una vez más, como en la anterior crisis económica, con la negación por delante, con lentitud e ineptitud, fomentando la participación en eventos multitudinarios a pesar de la información y los datos recibidos, con irresponsabilidad, sin ser ejemplar en sus actuaciones y con una mala comunicación más próxima a la propaganda, es decir basada en el autobombo, la desinformación y la falsedad obviamente demostrable.

Finalmente, y sobre todo, estas semanas aprendemos a conocernos más a nosotros mismos y más profundamente al ser humano en su esencia y en sus contradicciones; qué necesitamos y qué no, quién o quiénes son nuestra familia en el amplio y actual sentido de la palabra. Hemos comprobado que es más lo que nos une que lo que nos separa, a hombres y mujeres, a empresarios y funcionarios, a personajes conocidos y anónimos, a empresas e instituciones y a países y continentes. Estamos aprendiendo mucho también de los fracasos personales y públicos, de los propios y de los ajenos. En definitiva, una situación, una experiencia, que no olvidaremos en lo bueno y en lo malo durante el resto de nuestras vidas.

Nos queda la remontada. A final del túnel nos esperan unos retos asombrosos, si bien podremos contar con un conjunto de ayudas financieras y fiscales que, en mayor o menor medida, nos podamos permitir en función de nuestro pasado y del potencial de futuro que tengamos. La moral, el trabajo, la actividad, el volver a empezar, el volver a la asunción de nuevos riesgos para reanudar el modo de vida que nos hace felices, dependerá fundamentalmente de todos y cada uno de nosotros, sin regatear esfuerzos y sin perder tiempo para la complacencia o las lamentaciones. Vamos a ser mejores personas y una mejor sociedad. Juntos tendremos que inventar un futuro mejor para legar un mundo más fuerte para las siguientes generaciones. ¡Adelante!